30 abr 2012

El ejecutor ejecutado

El combate entre Chad ‘Bad’ Dawson y la leyenda de los cuadriláteros Bernard Hopkins se intuía poco atractivo y no defraudó en ese aspecto. Mala pelea en la que apenas se vieron combinaciones ni intercambios vistosos, predominaron los agarres y cabezazos, juego sucio, en su mayor parte provenientes de ‘The Executioner’, quien tampoco asumió de buen grado la derrota.

La distancia fue protagonista entre ambos deportistas. El respeto mutuo provocó un encuentro en la larga distancia ocasionalmente interrumpido por alguna que otra secuencia de golpes sin mayor trascendencia. B-Hop utilizó sus malas artes de viejo zorro para menoscabar psicológicamente a Chad, quien coleccionaba cabezazos en su rostro dando como resultado feos cortes.


Involuntarios o no, Dawson comenzó a sangrar para alborozo de su rival que buscaba obtener el mismo efecto que las banderillas causan en los toros, debilitamiento del ímpetu inicial. Pero no fue el caso. El aspirante no perdió los nervios, se mantuvo estable y mantuvo a raya a Hopkins, aprovechándose de su juventud y velocidad, amén de una gran movilidad sobre el ring.

Para disgusto de la audiencia que llenaba el Boardwalk Hall de Atlantic City, que en su mayoría apoyaba a Bernard, los jueces dieron fe de la superioridad del nuevo campeón. Todos menos uno, que dictó un inexistente empate… En fin. La nota surrealista y vergonzosa que parece caracterizar las decisiones de las tarjetas sigue presente, máxime si se trata en un evento importante.


Dawson ahora está dispuesto a bajar de peso y buscar al campeón Andre Ward en una interesante pelea por el título supermedio. Hopkins puede que haya dicho adiós, aunque esta posibilidad siempre le persigue en los últimos tiempos. Lo cierto es que este mito de ¡47¡ años ya no tiene nada que ofrecer sobre el tapiz. Su calidad, ensuciada por su barrullería, y su profesionalidad, son admirables.

Felix Trinidad, Óscar De La Hoya, Antonio Tarver, Kelly Pavlik, Roy Jones Jr… son algunos de los hombres liquidados por este implacable ejecutor. Ahora que unos le evitan, otros lo repudian y cada vez menos pagarían un PPV por verle pelear, sería buen momento para colgar los guantes y vestirse con el traje de gala, pues el Salón de la Fama del boxeo le espera.

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